El ángel caido

Viserys se echó las manos a la espalda, en búsqueda de sus suaves y frondosas alas. En los momentos tensos, el suave tacto de las plumas blancas le reconfortaba. Pero esta vez, en lugar de sus alas solo encontró un par de sangrantes muñones.

Intentó levantarse del suelo, apoyando una mano sobre el frio y húmedo suelo de aquella estancia. Sus ojos, acostumbrados a la alta luminosidad de Edén, no acababan de adaptarse a aquella pegajosa oscuridad. Desnudo, con los ojos enrojecidos por el llanto y muerto de frío, consiguió ponerse en pie tambaleándose.

Un dolor indescriptible recorría cada fotón de su ser, y le costaba contener su existencia a que no estallara en mil pedazos despareciendo para siempre. Pero aquel dolor no venía por haber sido despojado de su reluciente armadura, ni tampoco había sido producido por aquellas oxidadas tenazas que arrancaron sus alas. Todo aquel dolor venía por había sido traicionado, juzgado e incomprendido por querer ser él mismo, por desmarcarse del resto.

Pero tras unos momentos, Viserys esbozó una sonrisa. Por primera vez en la vida se sentía completo y feliz consigo mismo. Empezaba a pensar por si solo.

Todos tenemos una parte de Viserys en nosotros. Sed vosotros, desmarcaros del resto, seguir vuestro corazon, no hagáis caso a las normas si creéis que son estúpidas.