William III
No se había dado ni cuenta y ya se encontraba en casa de la viuda cuyo marido había sido asesinado dos días atrás. Aquellos días habían sido un infierno en casa y aquella media hora en casa de la señora Harris estaba siendo de lo más placentera y relajada. La cinta del escenario del crimen estaría decodificada a final de la tarde y había decidido pasar por casa de la testigo para interrogarla otra vez. Aunque en sus adentros sabía que lo único que quería era verla de nuevo y poseerla en su mente.
Charlaban de cosas triviales paseando por la mansión con una copa en la mano. La casa era enorme y estuvieron caminando con parsimonia durante largo rato. Pinturas y espejos de diseño decoraban las estancias y los pasillos. Al acabar de enseñarle la casa, Carola condujo a William al salón principal. Era una gran sala en la que desembocaban las dos grandes escaleras de mármol blanco que conducían al piso superior. A través de unas enormes vidrieras se podía ver el jardín de la mansión. Una vez allí, Carola se abalanzó sobre William acorralándolo contra una de las blancas columnas de la estancia. William se derretía con su mirada, y tenía el cuerpo de ella totalmente pegado al suyo. Podía notar sus caderas presionándole las suyas y sus pechos asomaban por el escote del vestido, aprisionados por el pecho de William. Mientras levantaba su pierna derecha y la colocaba sobre el costado izquierdo de William, Carola le lamió el lóbulo de la oreja y le susurró:
- ¿Por qué no me demuestras como lo hace un policía de verdad? Dame caña campeón. Trátame como a una perra…
Fue la provocación que necesitaba. De un empujón dio media vuelta a Carola y la esposó con las manos a la espalda sin dificultad. La condujo hasta el sofá y la empujo contra él. Carola seguía de pie y con el estómago contra el respaldo ofreciendo una vista inmejorable al inspector. William subió la ajustada falda de Carola hasta la cintura. Las medias negras de rejilla de Carola contrastaban con su tanga rojo. William bajó el tanga de Carola hasta dejarlo por las rodillas y empezó a penetrarla brutalmente. Carola fingía revolverse y forcejeaba levemente mientras gritaba a William que parara cosa que provocaba más a William.
- Así cielo, así – gemía luego muy suavemente Carola.
William dio la vuelta a Carola, la sentó en el respaldo del sofá y empezó a penetrarla de nuevo, esta vez de frente. Carola fingía resistencia y su papel era inmejorable. Nunca había conseguido hacer algo así con Aurora y la novedad excitó a William hasta el punto del clímax. Tras cuatro latigazos de éxtasis, William se quedó abrazado a Carola durante unos instantes.
Tras desesposar a Carola, ésta empezó a hablar:
- Muy bien cielo. Ahora hablemos de negocios – dijo colocándose el pelo.
- ¿Negocios? ¿De qué negocios hablas? – respondió William con cara de asombro. Se separó unos metros de ella y empezó a subirse los pantalones.
- Te cambio tu cinta por la mía.
- ¿Qué cinta? ¿De que estás hablando?
- Verás… he escondido una cámara de video en un lugar de esta sala y ha grabado nuestro revolcón. Tengo tres posibilidades: enviar la cinta a tu mujer, enviarla a la policía acusándote de violación y abuso de poder o canjearla con la cinta del despacho de mi marido.
- ¡Maldita hija de puta! – dijo William mientras lanzaba un bofetón a Carola.
- Cariño… no estás en posición de mostrar esos malos modales – dijo Carola con tono burlesco mientras subía el tanga por sus piernas. – Estás empeorando las cosas… Dependiendo de cómo te portes, escogeré una opción u otra.
Charlaban de cosas triviales paseando por la mansión con una copa en la mano. La casa era enorme y estuvieron caminando con parsimonia durante largo rato. Pinturas y espejos de diseño decoraban las estancias y los pasillos. Al acabar de enseñarle la casa, Carola condujo a William al salón principal. Era una gran sala en la que desembocaban las dos grandes escaleras de mármol blanco que conducían al piso superior. A través de unas enormes vidrieras se podía ver el jardín de la mansión. Una vez allí, Carola se abalanzó sobre William acorralándolo contra una de las blancas columnas de la estancia. William se derretía con su mirada, y tenía el cuerpo de ella totalmente pegado al suyo. Podía notar sus caderas presionándole las suyas y sus pechos asomaban por el escote del vestido, aprisionados por el pecho de William. Mientras levantaba su pierna derecha y la colocaba sobre el costado izquierdo de William, Carola le lamió el lóbulo de la oreja y le susurró:
- ¿Por qué no me demuestras como lo hace un policía de verdad? Dame caña campeón. Trátame como a una perra…
Fue la provocación que necesitaba. De un empujón dio media vuelta a Carola y la esposó con las manos a la espalda sin dificultad. La condujo hasta el sofá y la empujo contra él. Carola seguía de pie y con el estómago contra el respaldo ofreciendo una vista inmejorable al inspector. William subió la ajustada falda de Carola hasta la cintura. Las medias negras de rejilla de Carola contrastaban con su tanga rojo. William bajó el tanga de Carola hasta dejarlo por las rodillas y empezó a penetrarla brutalmente. Carola fingía revolverse y forcejeaba levemente mientras gritaba a William que parara cosa que provocaba más a William.
- Así cielo, así – gemía luego muy suavemente Carola.
William dio la vuelta a Carola, la sentó en el respaldo del sofá y empezó a penetrarla de nuevo, esta vez de frente. Carola fingía resistencia y su papel era inmejorable. Nunca había conseguido hacer algo así con Aurora y la novedad excitó a William hasta el punto del clímax. Tras cuatro latigazos de éxtasis, William se quedó abrazado a Carola durante unos instantes.
Tras desesposar a Carola, ésta empezó a hablar:
- Muy bien cielo. Ahora hablemos de negocios – dijo colocándose el pelo.
- ¿Negocios? ¿De qué negocios hablas? – respondió William con cara de asombro. Se separó unos metros de ella y empezó a subirse los pantalones.
- Te cambio tu cinta por la mía.
- ¿Qué cinta? ¿De que estás hablando?
- Verás… he escondido una cámara de video en un lugar de esta sala y ha grabado nuestro revolcón. Tengo tres posibilidades: enviar la cinta a tu mujer, enviarla a la policía acusándote de violación y abuso de poder o canjearla con la cinta del despacho de mi marido.
- ¡Maldita hija de puta! – dijo William mientras lanzaba un bofetón a Carola.
- Cariño… no estás en posición de mostrar esos malos modales – dijo Carola con tono burlesco mientras subía el tanga por sus piernas. – Estás empeorando las cosas… Dependiendo de cómo te portes, escogeré una opción u otra.
9 Comments:
vaya ritmo vertiginoso que están cogiendo tus trilogías...
Muy excitante, tu relato... ;-)
Buffffff ¡¡Vaya subida de temperatura!! (y los hay por ahí quejándose de frío :P)
Este William parece mentira que no sepa que no hay que jugar según a qué juegos con mujeres de armas tomar. Ahora sí lo tiene literalmente cogido por las pelotas (vulgarmente hablando)
Veremos si puede salir de ésta y cómo.
¿Te das cuenta que nos has enganchado? :)
buffffff, acabemos ,esto se está poniendo al rojo vivo, no tardes mucho en continuar, saludos
Tú te has leido Black Kiss, pillín...
Y si no, ¿a qué esperas?
Prich!! Juro que no!! Ya me hablaste de ello, pero todavía no he podido agenciarmelo. A ver si tengo algo de tiempo este finde y me paso por Norma Comics.
Balazos para todos ;)
De la sangre, abrigos largos y niebla, pasamos a las mujeres que sólo traen fatalidad.
La rubia, la femme fatal.
WOU! un beso.
Si, si si si si! Ahí le diste tio! Ya te lo dije yo, la clabaste con este último post! Increible tu imaginación para desarrollar tus historias, me encanta!
William IV?
P.D. Gracias x defender mi blog; y si, publicaré otro más de Chihiro y me lanzaré a por la Princesa Mononoke, que la vi ayer a las 2 a.m. y me gustó tanto que soñé que yo era el prota! Gracias x mostrarme todo esto!
Esta Carola es la bomba.
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